Hemos visto como España hasta mediados de los 70 era un país eminentemente de emigrantes. Desde esos años y coincidiendo con periodos de bonanza económica relativa, en los que se trufaban algunas crisis económicas periódicas, hemos vivido hasta casi anteayer un proceso de flujo migratorio protagonizado por inmigrantes de las más diversas procedencias. Algunos puntos de España se han transformado en una nueva Babel con niveles de convivencia notable. Esta convivencia en contadísimas ocasiones se ha roto, aunque sea esto lo que a veces se ha publicitado y difundido en unas televisiones anhelantes de carnaza.
Algunos lugares de recepción notable de inmigración se han localizado en las grandes ciudades españolas. Sin embargo, la inmigración ha sido también especialmente relevante en términos municipales en los que la agricultura tenía un peso muy notable. Entre estas localidades se encontraban Fraga (Huesca), El Ejido (Almería), Lepe (Huelva),…
Pues bien, en la zona de Lepe y Cartaya hasta hace muy poco tiempo había un trabajo temporero de recogida de la fresa, el oro rojo, que ha ocupado a un volumen de población muy importante. Este trabajo no era asumido por la población local, sino por muchos inmigrantes, especialmente por mujeres de muy diversa procedencia, pero que localmente se les conocían por el "genérico" nombre de polacas. Bajo este término se incluían realmente múltiples procedencias tales como rumanas, polacas, búlgaras y una minoría de ucranianas, senegalesas y filipinas que cada año hasta el 2008 llegaban por miles para trabajar en esta actividad. Los campos de plástico se llenaron como dice hoy el diario “El mundo” de muchas “melenas rubias y de ojos claros”, pues se contrataban a miles de ellas en origen por los empresarios agrícolas onubenses, ante la imposibilidad de completar sus plantillas de jornaleros españoles que buscaban su labor en la construcción. Esta cifra alcanzó en 2008, los 25.000 contratos en origen, cuando aún la crisis económica empezaba a carcomernos.
Los jornaleros españoles entendían que el trabajo en la fresa, como ocurría en el olivar, era un trabajo "muy duro" y que la construcción no sólo era más cómoda sino que estaba mejor pagada.
Hoy el escenario es diferente. La crisis y el desempleo en Huelva, la segunda provincia de España con mayor tasa de paro de España con un 34 %, - el triste ranking lo encabeza Cádiz, y tras Huelva se sitúan Almería y Córdoba – ha cambiado las tornas entre los trabajadores locales que ven en el campo una solución a su difícil situación.
Desde la temporada fresera del año 2009 son más de 10.000 trabajadores locales los que se han empleado en la recogida de la fresa. Se sabe que, desde la patronal fresera (Freshuelva), se apuesta por priorizar el empleo local a fin de mitigar la difícil situación económica en la que se vive en la comarca.
Desde el diario “El mundo” se afirma que una de las razones por las que se optó por la contratación en origen de temporeros y temporeras llegados, principalmente, de Europa del Este, fue que los jornaleros locales y de provincias cercanas, como Sevilla y Cádiz, abandonaban los campos cuando alcanzaban las peonadas suficientes para cobrar el PER. Al ocurrir esto el agricultor perdía toda la cosecha por lo que los empresarios de la fresa buscaron a sus trabajadores/as en otros lares. Y esa "Polonia" multinacional aportó la mano de obra hasta el pasado año.
Precisamente, el incremento de la mano de obra local y nacional supondrá cerrar las puertas a esos temporeros inmigrantes contratados en origen. Así, para este año, desde Freshuelva se informa que tan sólo contarán con un cupo de reserva de aproximadamente de unos 1.500 trabajadores extranjeros, mujeres marroquíes en su inmensa mayoría, que podrán ser avisados si durante la campaña fuera necesaria ampliar las plantillas principalmente en el momento en que se alcance el álgido de la recolección a finales de marzo, lo que supondrá la contratación de 60.000 temporeros, entre jornaleros españoles y procedentes de países de la Unión Europea, sobre todo de Bulgaria y Rumanía.
Hoy, como señala el periódico las únicas melenas rubias con sus ojos claros que se verán este año en las calles de estos pueblos freseros de Huelva serán las de aquellas polacas que apostaron por quedarse de forma permanente. Como vemos están cambiando las tornas en el oro rojo.
Soy MªÁngeles Muñoz.
ResponderEliminarComprendo la situación de estos emigrantes, pero me parece genial la política de la compañía fresera de contratar a personas locales. En tiempos de crisis, todos necesitamos trabajo.
Veo perfecto el trabajo que le están dando a los emigrantes ya que ellos también tienen todo el derecho de trabajar y de introducirse en nuestra sociedad como cualquier español.
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