domingo, 12 de febrero de 2012

Arbitrarios o Arbistristas


Algunos amigos y conocidos cuando hablan conmigo de la ciudad en la que vivo, me presentan Córdoba, como una ciudad de progreso. A ellos se les llena la boca cuando, incluso, la califican de progresista. Y yo siempre les pregunto ¿progresista, en base a qué? ¿En base a creer en el futuro, o en base a vivir evocando el pasado?. En Córdoba, a la hora de la verdad, nos atamos a lo antiguo, que - entiendo yo - es una idea contraria al progreso. Es la antigua dialéctica de “Lo viejo y lo nuevo” que tan bien llevó al cine Serguei Eisenstein y, sobre todo, reflejó su fotógrafo Edouard Tissé.
¿A qué viene esto? Pues viene a una duda planteada el pasado año en la clase de Geografía Urbana con respecto a las alturas de los edificios cordobeses y su limitación en la ciudad de Córdoba. Cuando hablamos de ello en clase, un alumno indicó que esa idea de limitar en función del pasado podría estar lastrando el desarrollo presente e incluso el futuro de la ciudad. Y me puso como ejemplo una torre de considerable altura que se iba a construir en la ciudad, y que, finalmente, fue sustituido por un hotel, conocido popularmente por el “oxidao”.

Y en el fondo tenía razón. Y para ello les puse un ejemplo de la polémica que hubo en esta ciudad a finales de los años ochenta con respecto a un puente que habría de levantarse para cruzar el Guadalquivir a la altura del barrio de Miraflores. Sería el tercer puente de la ciudad, tras el Romano y el de San Rafael. La ciudad lo necesitaba, pues literalmente, se ahogaba. Para la ejecución del mismo se presentaron varios proyectos, y quien finalmente ganó el concurso de ideas fue el diseñado por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Y es en este momento en el que aparecen esos "progresistas" que , arbitrariamente, y alegando un inconveniente estético se negaron a la construcción de ese puente en ese lugar. Para el arbitrio de estos "expertos" , el nuevo puente seleccionado afearía la Mezquita y el Puente Romano. Esos mismas personas son las que , arbitrariamente, critican a los demás en base a lo que escuchan, que jamás se basan en documentos, que parecen tener más catadura moral que el resto. Esas son las personas que siempre están en posesión de la verdad. Esos arbitrarios que, como buenos cordobeses y cordobesas, son senequistas; por lo que no hablan, sentencian. Ellos, los arbitrarios , dijeron que no, y como lo decían los arbitrarios, el ayuntamiento les escuchó y en su lugar aprobaron , finalmente, levantar otro puente, para que de esta manera la mezquita y el casco viejo quedara bonito. Indicar que en vez del puente proyectado por Calatrava, se diseñó otro al que hoy los cordobeses llamamos el “oxidao”.

Señalar que, como vemos, en Córdoba las ideas - al igual que los edificios - se oxidan, ya sea por dejadez, por abandono , por arbitrio o por soberbía.
Si seguimos con la historia del puente debemos comentar que más tarde unos soñadores extremeños aceptaron el proyecto de Calatrava y ejecutaron la obra en Mérida, ciudad en la que se colocó junto a un bellísimo Puente Romano de 60 arcos.

Conclusión a la que puedo llegar: cuando ganan los arbitrarios lo que triunfa es añejo y esto se oxida. Personalmente reconozco que no soporto ese espíritu de los arbitrarios, que lo creen saber todo. No aguanto su arbitrariedad, en este caso la vida entendida como verdad absoluta , condenando lo que no es propuesto por ellos, o simplemente lo que a ellos no les parece bien. Me caen mejor los arbitristas. ¿Qué quiénes fueron los arbitristas? Unos señores que representaron a las grandes soñadores de la España del siglo XVII. Frente a la crisis política y económica que por entonces vivía España, los arbitristas presentaban ideas, hacían propuestas, muchas de ellas imposibles o difícles de realizar, con las que pretendían buscar soluciones a los problemas reales de la sociedad española. Los arbitrarios, pienso, sólo los crean.
Para acabar la historia diré que el puente diseñado por Santiago Calatrava recibirá dos años más tarde de su rechazo en Córdoba, en 1991, el Premio Internacional de Diseño. Lo dicho: prefiero ser arbitrista que actuar un arbitrario.

1 comentario:

  1. Hola, soy MªÁngeles Muñoz.

    Estoy de acuerdo contigo Fernando. Me considero arbitrista, la verdad. Es verdad que la ciudad necesitaba un puente, pero el puente queda algo "feo". Me gustaría ver las otras propuestas que había.

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