martes, 21 de febrero de 2012

La ciudad en la que vivimos: tercera parte


Plano de Córdoba en 1851



La ciudad industrial que surgirá a partir del siglo XIX y que se desarrolla a lo largo del siglo XX también dejó sus muestras en nuestra capital, aunque unas sean más significativas que otras. Por ejemplo, la ocupación francesa de Córdoba que tendrá lugar entre 1808 y 1814 dejará su sello de identidad. Las medidas implantadas por las autoridades francesas sobre nuestra ciudad tendrán como objetivo el modernizar y racionalizar la ciudad ocupada. Entre las diferentes reformas urbanas y algunas administrativas en la ciudad por la que apostaron los franceses tendremos desde la reforma cultural de la ciudad con la creación o impulso de la Academia de Ciencias, Bellas Letras, y Nobles Artes, hasta la construcción de diferentes cementerios con una finalidad básicamente higiénica, pasando por la inauguración de los Jardines de la Agricultura, por la realización del trazado del primer plano de Córdoba de 1811, así como el proyecto de la navegabilidad del río Guadalquivir. Destaca el caso de los dos primeros cementerios de Córdoba como son el de Nuestra Señora de la Salud y el de San Rafael, ubicados por aquel entonces en las afueras de Córdoba.

Puerta del osario del Cementerio de la Salud en Córdoba, cuyas se iniciaron en octubre de 1810 y que, en apenas siete meses después, junio de 1811 se dieron por terminadas.


A lo largo del siglo XIX y parte del XX y gracias al proceso industrializador aparecerán dos modelos de ciudades. Uno, visible notablemente en nuestra ciudad, corresponde a una vieja ciudad que se irá modificando y en su modificación se van a producir cambios importantes en el trazado urbano (derribo de murallas, aparición de grandes rondas, etc...), mientras que ,el segundo, que responde a un nuevo proyecto urbano y que apenas será visible en el XIX, aunque ya será apreciable durante el XX con la aparición de nuevos barrios industriales.
La razón por las que nuestra ciudad cambia ligeramente a lo largo del siglo XIX se encuentra en el aumento demográfico, el impacto de medidas políticas y económicas y la nueva situación social con una sociedad que marca diferencias entre burgueses y obreros.
La ciudad irá creciendo lentamente a lo largo del siglo XIX pasando de los 40.296 habitantes en 1834 a los 58.275 habitantes del año 1900.
Las circunstancias políticas también se reflejan. En Córdoba la desamortización de Mendizábal (1837) y, más tarde, la de Madoz (1855), se reflejan en la ciudad, notándose especialmente la primera sobre las propiedades de las órdenes eclesiásticas. Especialmente relevante será la desamortización de la orden de San Francisco, que dotará de un importante espacio en la zona cercana a la Plaza del Potro, compás de San Francisco y cercanías de La Corredera. Igualmente la expropiación de los mercedarios supone la incorporación de espacios en las proximidades del actual Palacio de la Merced, que se convierte en la sede de la Diputación Provincial de Córdoba. Algo similar ocurre en otros puntos de la ciudad, como la desamortización de parte los edificios de la Plaza de Capuchinos 1855) que ponen suelo a disposición de la burguesía urbanao en la sierra de Córdoba, donde el Monasterio de San Jerónimo pasa a la propiedad de los Marqueses del Mérito.



Palacio de la Merced

Las circunstancias económicas también se reflejan con la llegada del ferrocarril a la ciudad. Para 1865 entra en funcionamiento la estación de Córdoba que integra igualmente un amplio hinterland ferroviario que ahocará a la ciudad durante la mayor parte del siglo XX.
Evidentemente en la ciudad se representó la dicotomía de la nueva situación social entre lo burgués, nuestro ensanche particular, y lo obrero, ya sea en fábricas, ya sea en las viviendas. El éxito - aunque muy parcial - de la revolución industrial en Córdoba provoca un cambio social importante. Dos nuevos grupos sociales se van a oponer social y urbanísticamente: la clase burguesa y la clase obrera. El resultado de esto será la aparición de barrios burgueses y barrios para obreros.
El barrio burgués se localizaban en la zona más céntrica y elegante de la ciudad, en el Gran Capitán, en la Calle Claudio Marcelo y Alfonso XIII, visible en sus calles anchas y , en el primer caso, formando una amplia avenida y con todos los servicios públicos de la ciudad. En esta zona burguesa se pudo dar una estratificación en alturas: en los pisos primero y segundo (las mejores viviendas, con vistas al exterior) viven las ricas familias, mientras que en las buhardillas y pisos altos o en las zonas interiores vivían los más humildes.



Imagen de la calle Claudio Marcelo


Avenida del Gran Capitán

Frente a ellos, los barrios obreros que se localizaban en la periferia urbana, junto a las industrias o cerca de la estación de ferrocarril, que representan en Córdoba el lugar más contaminado, o en el extrarradio formados por pequeñas viviendas, muchas veces de autoconstrucción, donde se hacinaban las familias, con calles no estaban empedradas y que carecían de servicios públicos (agua, cloacas y transporte). Especialmente relevantes de este pasado son las grandes chimeneas que todavía están plantadas en algunas calles, plazas y jardines de nuestra ciudad y que se localizan en las actuales Ollerías (antigua Avenida Obispo Pérez Muñoz) y en la Huerta de la Reina. No obstante, en determinados puntos del casco viejo cordobés se ubican algunos pequeños talleres artesanos que darán trabajo a la clase obrera de la ciudad.



La proyección del Paseo de la Victoria a finales del siglo XVIII, tuvo como consecuencia la necesidad de la creación de espacios ajardinados fuera de los cascos históricos para uso y disfrute de los ciudadanos. De esta manera se planteó la creación de los Jardines de la Agricultura por parte del alcalde Badía y Leblich, siendo inaugurados estos en 1811. Posteriormente el Ayuntamiento adquirió estas tierras en 1866 para la creación de este Jardín que aún hoy en día perdura.

Postal de los Jardines de la Agricultura


Debido al ya citado aumento de la población, así como a la llegada del ferrocarril, la segunda mitad del siglo XIX se tradujo en una progresiva demolición de las puertas y murallas de la ciudad que rodeaban a la ciudad desde hacía más de 19 siglos. Empezó en 1852 con la Demolición de la Puerta del Rincón. En la década de los 60 de ese siglo caen las puertas de Gallegos, Sevilla, Malmuerta y Baeza. Entre 1870 y el 1895 caen el resto: Andújar, Plasencia, Misericordia y Puerta Nueva. El derribo de este "corsé" impuesto por la ciudad anterior dará lugar aparecerán a unas circunvalaciones y unas calles que mejoran las comunicaciones entre el centro y las crecientes periferias donde se construyen viviendas de un importante desarrollo vertical.




Puerta de Gallegos con la muralla antes y después de su derribo



Puerta de Osario en la muralla medieval de Córdoba, junta a ella una fábrica de Chocolate ("La sultana")

En el plano de nuestra ciudad se abre una gran vía, la Avenida del Gran Capitán, que será concebida como el nuevo ensanche burgués de la ciudad, una calle amplia y larga, jalonada de los edificios representativos del nuevo momento histórico para la burguesía local, que une la ciudad histórica con la estación de ferroviaria.



La avenida del Gran Capitán se planteó como parte del ensanche de Córdoba destinado a la burguesía de la ciudad. Este paseo se inicia con un eje central peatonal , ajardinado en sus bordes en el año 1859.



En los edificios que jalonaban esta nueva arteria se instalaron las funciones terciarias principales tales como el comercio de lujo, la banca, las sedes de las principales empresas, los casinos (el de Labradores y Mercantil), los teatros o los cafés de moda.
En la trama del casco antiguo se empezarán a densificar las edificaciones sobre todo de la zona centro. Los edificios en el centro crecen en altura tendiendo a desaparecer la vivienda unifamiliar en el centro, cosa que no ocurre en los barrios del casco histórico que permanecen fieles a la vivienda colectiva y a la estructura de patio tradicional.
Como vemos la actuación planificadora se aplicó solamente en los espacios ocupados por la burguesía. Estas actuaciones primero se materializará en los planes geométricos para la expansión urbana - obligatorios en España desde 1846- ; más tarde entran en vigor los planes de alineación de calles aplicados desde 1853, que regulaban el trazado de las calles y la necesidad de que sean rectas, de una anchura determinada y organizadas en manzanas regulares; y por último, entran los planes de saneamiento que responden a las ideas higienistas sobre la salubridad en la ciudad.
El alumbrado público comienza a organizarse en el año 1831. Mediante una Real Orden, se organizaba el alumbrado público de los 713 faroles y 221 reverberos alimentados con aceite. En 1841, se había aumentado hasta 954 farolas y hacia 1850, el alumbrado llega al Campo de la Verdad, con la instalación de 43 faroles. En 1865, se da inicio a la iluminación mediante petróleo, mediante la instalación de 903 reverberos. En 1870, comienza el alumbrado por gas.
Sin embargo, el proceso de implantación de alumbrado por gas no fue rápido, ya que hasta 20 años después, se tiene constancia de la subasta de la utilización de petróleo para el alumbrado público. Fue en el año 1893 cuando hizo acto de presencia la electricidad en la fábrica de harinas de Santa Cándida y San José y la a Compañía Cordobesa de Electricidad. Es en el año 1895, cuando la primera empresa de electricidad y encargada del suministro, se instala en la ciudad y comienza a ofrecer sus servicios de electricidad en el Barrio del Espíritu Santo.



Vistas de la Ribera sin la presencia del "Murallón"

Conocida popularmente como la obra del Murallón, esta la obra tenía como objetivo el proteger la ciudad de Córdoba del paso del río Guadalquivir por Córdoba. Aprobado en el año 1792 la construcción del murallón entre el Molino de Martos y la Cruz del Rastro, no se comenzó el mismo hasta el año 1802, aunque la invasión francesa del año 1810 y la grave situación política y económica de la época, retrasaron hasta mitad del siglo la continuación de las obras que apenas habían defendido a la ciudad de Córdoba.
Fue el alcalde, el Duque de Hornachuelos el que revitalizó el proyecto de la obra del Murallón, para la finalización de esta fase de la obra. En 1854, tras la finalización del murallón como tal, se centró la atención en la adecuación y ampliación entre el Molino de Martos y la Cruz del Rastro del nuevo Paseo de la Ribera.



En las ordenanzas municipales del año 1884, se detalla minuciosamente la organización y administración de la ciudad, que estuvo hasta bien entrado el siglo XX. Estas ordenanzas se dividen en seis Títulos: Gobierno y Administración de la Ciudad; Protección y Seguridad Personal; Higiene Pública; Abastos; Comodidad, Ornato y Construcciones; Policía Rural. Estas ordenanzas deciden la división administrativa de la ciudad en ocho distritos vinculados con 8 parroquias.

1 comentario:

  1. Cristina Estévez.
    Esta entrada me ha gustado especialmente porque desde hace años quería saber cómo era Córdoba antiguamente y de lo que estoy segura es que no me imaginaba la Ribera sin "el murallón" que actualmente hay. En cuanto a la Avenida de Gran Capitán también me ha llamado mucho la atención por los cables levantados por unos palos. Pero, quizás, lo que más me ha llamado la atención ha sido la zona sur de Córdoba que no estaba construida y lo único que había era vallas.

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